Hoy 2
de mayo, se conmemoran 37 años del
hundimiento del crucero argentino "ARA
General Belgrano", en la Guerra de Malvinas.
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Humberto Ochoa |
Era
una de las naves más importantes de la Armada Argentina, con sus 13.470
toneladas, y el tercer buque en desplazamiento, mientras que la potencia de su
artillería difícilmente podía ser igualada.
En
esta embarcación, prestó servicios un hijo de nuestra ciudad: Humberto Ochoa, que nació en 1951. Es el mayor de siete hermanos, la mayoría de
los cuales viven con sus familias en Urdinarrain. Asistió a la escuela
“Infantil”, después a la “Caseros” e hizo hasta tercer año en el Colegio
Nacional, para terminar en el ´68 en Gualeguaychú.
Un
año después, ingresó en la Armada Argentina y fue forjando una carrera, en la
cual pasó por varios destinos. La guerra lo sorprendió prestando servicios en
el Belgrano, como Oficial de Abastecimientos y Servicios (era Teniente de
Navío).
A más
de un cuarto de siglo, amablemente nos recibió en su departamento de Buenos
Aires, y accedió a contarnos cómo fueron aquellas horas tan terribles.
“Me
enteré de la guerra a través de la radio y después nos llegó el comunicado
oficial. Ese día (2 de mayo), en horas de la mañana, ya fuera de la zona de
exclusión y cerca de la Isla de los
Estados, el primer torpedo pegó hacia la popa e inutilizó el sistema
eléctrico."
De la
explosión, nos cuenta esto: “(…) Lo que más recuerdo es el fuerte olor a
azufre, un olor impresionante y enseguida quedó todo sin luz. Entonces, con
otros compañeros con los que nos reconocimos las voces, empezamos a guiar a la
gente hacia cubierta. Cada uno tenía una misión que cumplir: sacar los heridos,
preparar las balsas, etc. Junto a otros oficiales, me quedé un tiempo más. Y,
cuando el agua ya estaba a la altura de la borda, salté a la primera balsa que
vi”.-
Una
vez en las balsas, en medio de un mar embravecido, existía el peligro de que el
buque al hundirse los succionara, pero esto no ocurrió e incluso utilizaron una
manta como vela para evitarlo.
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El hundimiento |
“Sabíamos
que, a los que habían caído al agua, el frío les daba un margen de cuatro
minutos antes de morir de hipotermia; por eso, el trabajo en las balsas fue
intenso para reanimar a los heridos y los que rescatamos de las aguas”.
Alrededor
de 36 horas después, fueron salvados por el crucero Piedrabuena.
Agradece
a Dios que pudo continuar su vida normal, junto a su esposa y sus tres hijas,
Ma. Emilia, Ma. Eugenia y Ma. Elena. Siguió estudiando: hoy es analista de
sistemas. Se retiró de las fuerzas en 2004, aunque continúa trabajando como
contratado.
Considera
que las 36 horas que pasó en la balsa, el hecho de ser uno de los 770
sobrevivientes del Belgrano, la ayuda brindada a sus compañeros no lo
transforman en un héroe, porque está convencido de que no hizo más que cumplir
con su deber. Confiesa que le molesta un poco la indiferencia de la gente y
también la actitud de la prensa sensacionalista.
Colaboración:
Mónica Feyt y Ariel Martínez